"El elogio es como la luz del sol para el espíritu humano,
no podemos florecer y crecer sin él"...
Y aún así todos estamos siempre listos para aplicar a la gente
el viento frío de la crítica,
y siempre sentimos cierto desgano
cuando se trata de darle a nuestro prójimo la luz cálida del elogio. Al recordar mi vida,
puedo ver ocasiones en que unas
pocas palabras de elogio cambiaron mi porvenir entero.
La historia está llena de ejemplos de la magia del elogio.
Hace tiempo, un niño de diez años trabajaba en una fábrica de Nápoles. Anhelaba ser cantante, pero su primer
maestro lo desalentó.
Le dijo que no podría cantar jamás, que no poseía buena voz, que tenía el sonido del viento en las
persianas.
Pero su madre, una campesina humilde, lo abrazó y ensalzó diciéndole que ella sabía que cantaba bien, que ya
notaba sus progresos,
y anduvo descalza mucho tiempo a fin de economizar el dinero necesario para las lecciones de
música de su hijo.
Los elogios de aquella campesina, sus palabras de aliento, cambiaron la vida entero de aquél niño.
Quizás hayas oido hablar de él.
Se llamaba Enrico Caruso.
Fue el más famoso y el mejor cantante de ópera de su tiempo.
Escritor Norteamericano
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