jueves, 10 de mayo de 2012

EDELWEISS - UNA CANCIÓN QUE ILUMINÓ UNA VIDA Y LA GUERRA NO PUDO MATAR



 EDELWEISS
por Silvana Duboc

Trad. Esp Div.

Y es en el inicio del año 1939 que comienza nuestra historia. 

Vivíamos en Austria, un país cubierto de flores, mis padres, mi hermano y yo. Éramos la imagen de la familia feliz y unida y entre nosotros reinaba la seguridad de que nada en la vida conseguiría separarnos, pero no fue así.

Mí padre era un cirujano de renombre, mí madre profesora, de aquellas dedicadas, que enseñaban por puro amor a sus alumnos.

Yo tenía entonces diez años y mi hermano quince. Nuestros días y nuestras noches eran muy alegres. Mis padres tenían el hábito de llevarnos hasta la baranda de nuestra casa, después de comer, para ver las estrellas y, mientras hacíamos eso, cada uno iba contando las cosas buenas que habían ocurrido en el día. No es que no pudiésemos contar las malas, pero es que, en aquella época de nuestras vidas, sólo ocurrían cosas buenas. No me acuerdo de algún día haber visto a uno de ellos triste. 

Después que contábamos todo, y que admirábamos bastante a las estrellas, cantábamos al sonido del violón de mi hermano. La primera música siempre era Edelwaiss, linda, sonora, traía paz a nuestros corazones. ¡Ah! Como era bonito cantar Edelweiss junto a mi familia y debajo de las estrellas, yo tenía la sensación que podría hacer aquello toda la vida sin que jamás nos enojáramos.

Pero, en fin, el tiempo fue pasando y vino la guerra, y sólo se oía hablar de Hitler, y yo no entendía bien qué hombre era aquel, ni lo que el representaba; y, entonces, yo continuaba todas las noches mirando a las estrellas junto a las personas que más amaba.

Un día, un terrible día de diciembre, que jamás olvidaré, tuvimos que irnos. Me acuerdo que mi padre vino hasta nosotros y nos dijo delicadamente:

- “Vamos a tener que pasar algún tiempo sin ver las estrellas en el cielo” 

Fuimos cobardemente arrancados de nuestra casa, por soldados y fuimos llevados a un lugar que sería nuestra nueva casa. Se llamaba campo de Concentración. 

Allí, no fuimos felices, y yo pude ver, por primera vez, el semblante de mí familia triste. Ni parecían aquellas personas adorables que convivían conmigo en aquella baranda.

Todas las noches yo le decía a mi madre que quería ver las estrellas, cantar bajo ellas, y ella me respondía con lágrimas en los ojos que durante un pequeño periodo, la única estrella que yo podría ver era la que yo traía colgada del cuello, de seis puntas, tan linda como las que brillaban en el cielo.

Ocurrió que mi madre se engañó, no fue un periodo tan corto el que estuvimos por allí y, con el tiempo, fueron llevándose más cosas, además de las estrellas del cielo. Se fueron llevando todo.

Se llevaron la estrella del cuello también, llevaron a mis padres para un baño del cual nunca más volvieron, se llevaron a mi hermano dentro de un tren, y yo nunca supe a dónde fue; se llevaron mi sonrisa, mi alegría de vivir, se llevaron mi infancia…

Sólo no se llevaron mi voz y, por eso, todas las noches al echarme a descansar, yo cerraba los ojos y cantaba bajito Edelweiss, y ahí yo podía ver las estrellas, la de mi padre, la de mi madre, la de mi hermano, la baranda de nuestra casa… Ellos no consiguieron tampoco llevarse mí imaginación…

Hoy yo tengo la absoluta seguridad que realmente yo nunca me habría cansado de cantar en la baranda con mi familia, que yo, de ninguna forma, abandonaría a mis padres, que mi madre fue la persona más dulce que yo conocí, que mi padre fue la imagen de la dignidad, que mi hermano fue mi gran compañero y que tocaba el violín como nadie.

Hoy yo sé la verdadera razón de las lágrimas de mis padres al despedirse de mí sólo porque iban a tomar un baño, y el motivo del abrazo tan apretado que mi hermano me dio, en aquella tarde en fue colocado dentro de aquel tren.

Hoy yo sé tantas cosas que yo no querría saber; sé que los hombres pueden obrar como animales feroces, sé que razas, credos, religiones, son sólo subterfugios que el hombre usa para dejar el león que existe dentro de ellos despertar.

Hoy yo sé que el tiempo es poderoso, pero no tan poderoso al punto de apagar cualquier cosa que haya sido buena o muy mala.

Hoy yo sé finalmente, que la nostalgia es el campo de concentración de mi corazón.

Hoy yo sé que el mayor tesoro que existe en la Vida es la Paz.

Shalom!
Silvana Duboc
(poeta-escritora)
http://www.rivkah.com.br/edelweiss.htm

2 comentarios:

  1. Preciosa narración; amor, unión, felicidad y después la oscuridad. Cuanto dolor, cuanto sufrimiento pero una pequeña luz logró iluminar un futuro. Hermosa entrada.

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  2. GRACIAS QUERIDA AMIGA MABEL,POR TUS PALABRAS TAN SABIAS Y BELLAS, LA GUERRA POR MÁS DAÑO QUE CAUSE NO PUEDE
    MATAR EL RECUERDO DE MOMENTOS DE FELICIDAD Y UNA CANCIÓN PUEDE ILUMINAR
    Y FORTALECER LAS ANSIAS DE SEGUIR VIVIENDO,UN ABRAZO DE BETTY.

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